A principios de este curso académico me di cuenta de que tenía un grupo de 32 alumnos con los que podía hacer esas cosas que a mí tanto me gustan: crear. Hablando con un buen conversador, surgió la idea de ponerlos a escribir a propósito de José Saramago, un autor que nos dejó el pasado año y al que quería rendirle un humilde homenaje.
"Mi tema", aunque nunca lo vaya a terminar, es el viaje. Dediqué muchos meses y horas de mi vida a investigar sobre la naturaleza, origen, destinos y propósitos del viaje en la literatura y a redactar conclusiones, aunque mis afanes no me hayan llevado a la lectura de la tesis doctoral ni hacia otros horizontes.
Estos dos factores han sido los que han hecho que saltase mi "alarma creativa": mis alumnos redactan
el viaje del elefante. Sí. En honor a la obra así titulada de Saramago. La aventura se divide en nueve etapas que se desarrollan en países distintos: desde la India hasta Murcia. Cada capítulo se convierte en una mezcolanza de contenidos literarios, geográficos, históricos, culturales... He encontrado compañeros de aventura: un amplio grupo de profesores con los que trabajo de forma coordinada. Entre todos damos pautas y los alumnos crean, imaginan, escriben, investigan... Ya estamos en Irán y el próximo mes nos acercaremos a Azerbaiyán, lugar donde nos esperan unos alumnos de español capitaneados por su profesor para darnos la bienvenida.
Es un proyecto lanzado, en su origen, con un cierto escepticismo... ahora está dando resultados que nunca imaginé. Cuando uno emprende un viaje, una aventura, nunca sabe cuáles serán los imprevistos del trayecto ni el resultado, a veces ni siquiera se conoce bien la meta (ahí está la diferencia entre el "turista" y la verdadera esencia de un viaje: recorrer el camino). Nunca sabes si los proyectos saldrán adelante o se detendrán en el camino: con frecuencia hay demasiadas piedras. Pero de cuando en cuando, sucede lo que a mí me ha sucedido ahora, que sí, que sale, que rueda, que funciona. Y es maravilloso. No sé aún cómo terminará todo, pero sí tengo la certeza de que, como dice Saramago al inicio de su novela, "siempre acabamos llegando a donde nos esperan".
Desde aquí, mi página personal, quiero agradecer a mis compañeros que me sigan en esta aventura, y quiero proclamar que en la enseñanza no todo está perdido y que, a veces, surge la chispa, el milagro de la inquietud de los muchachos, la ilusión de aprender que se atisba en sus miradas. Y entonces sé que no me equivoqué cuando me senté nueve meses para aprobar una oposición, que no me equivoqué cuando decidí que entrar en un aula era lo más hermoso que sabía y podía hacer por la sociedad en la que vivo.