Rescato el extracto de un texto cuidadosamente salvado de tantos exterminios de documentos.
Son mis deseos para el 2015 (y acaso para la vida) para todos los que aún se sigan pasando por estos halos:
"Todavía estoy vivo, todavía
tengo manos, ojos, corazón, y tengo además esta ventana, esta posibilidad de
poner aquí mis palabras en este periódico, en esta quimera, y por eso, a pesar
de todo, me gustaría escribir una columna sobre la esperanza, sobre la belleza
y sobre la felicidad [...].
Podemos escribir poemas, leer
poesía, leer a nuestros autores favoritos aunque leer poemas de mil páginas nos
cause un vértigo de tiempo al que estamos cada vez menos acostumbrados, podemos
oír música sabiendo que oír música quiere decir hacer música y transformarse en
música, ejercitar el músculo del alma, alimentar ese fuego espiritual que arde
en el yo. Podemos poner límites a la estúpida revolución digital, hablar con
nuestros amigos y con nuestros hijos, sentir el agua, la tierra, el viento y la
lluvia.
No sé cómo explicarlo pero sé que
cultivar la belleza, el placer y la felicidad va en contra del ataque salvaje
que estamos sufriendo. Cante, medite, dedique todo el tiempo que pueda a usted
mismo, investigue en la felicidad. Practique la meditación que viene de Oriente
y la vía de la melancolía que nos ha legado Occidente. Intente sentir que está
vivo.
No siga las tendencias, no
obedezca. Haga lo que le de la gana. Pierda el tiempo. Robe tiempo para sí
mismo. Hable desde el corazón. Llore si es necesario. Haga lo necesario para
sentirse vivo.
Tenga la convicción de que lo que
nos hace más débiles y vulnerables es también lo que nos hace más fuertes, y
que esa llama que arde en el yo, eso que nos han dicho tantas veces que es algo
pueril o "romántico", cuando no "femenino" o irresponsable,
debe ser algo infinitamente valioso cuando las fuerzas oscuras que nos atacan
ponen tanta, tanta saña en destruirla".
Extracto del artículo
"Sentirse vivo", firmado por Andrés Ibáñez, publicado el 3 de
noviembre de 2012 en el ABC Cultural.