Volví a ver anoche, una vez más, Los amantes del círculo polar (Medem, 1998). No sé cuántas veces la habré visto ya, hay partes del guion que puedo recitar de memoria. Otto y Ana son dos destinos paralelos. Perciben el amor en la presencia pero aún más en la ausencia. Se saben, se intuyen. Y a mí, su historia, me habla. Se aleja de los parámetros del romanticismo tópico para entrar en la originalidad de una relación que se sustenta en las intuiciones. Me gusta pensar que la casualidad existe. Y me emociona saber que hay verdades que son de película.
11 feb 2017
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