4 feb 2018
Historia de un día
Despertarme a las 6, cuando aún todos duermen.
Abrir la ventana y otear el horizonte.
Ver amanecer.
Respirar el aire frío de la mañana.
Dirigirme, sigilosa, hacia la cafetera.
Paladear despacio y en silencio el café y su olor.
Sentarme en la mesa del despacho.
Colocar los dedos sobre el teclado.
Adentrarme en los pensamientos, que vuelan.
Organizar palabras, estructurarlas, darles forma.
Vivir dentro de las ideas que van apareciendo en la pantalla.
Saber que vas creando, que vas creciendo en lo que haces.
Abandonar la mesa cuatro horas después.
Conducir al lugar donde siempre fui yo.
Ser esa otra parte de mí que también me define.
Y así ir conformando un día hermoso...
Palabras, ideas, caminos, hombros cercanos.
Terminar en la noche con una copa de vino tinto entre los dedos.
Escuchar el silencio de la casa.
Saberme viva.
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