Contemplo un mar en calma. Debe de ser al amanecer... tal vez no, tal vez esté anocheciendo. Tras recorrer algunos callejones muy estrechos vestidos con piedras antiguas y niebla densa, llego a ese horizonte inmenso que detiene mis pasos. Observo el infinito tras la línea del agua, y una paz inusitada recorre mi piel. Es un ahora impreciso, también un lugar que podría ser una Venecia desierta o una ciudad con mar llena de historia o un escenario de Tarkovski. Decido avanzar despacio, recorro la orilla sintiendo cada paso que doy, controlando cada inspiración y expiración, haciendo que entre en mí tanto aire y tanta belleza. Llego a un recodo donde me interno en un templo en ruinas. Me he sumergido en la vieja Roma, aquella del Foro que cuenta de dónde venimos y lo que somos. Sé que estoy asistiendo a un sueño. Cuando soy consciente, no dejo de pensar que a veces es más real la realidad parelela que la que habitamos llamándonos despiertos.
30 mar 2017
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