
Mar eterno
Digamos que no tiene comienzo el mar
Empieza donde lo hallas por vez primera
y te sale al encuentro por todas partes
Jose Emilio Pachecho
La función del arte /1
Diego no conocía la mar. El padre, Santiago Kovadloff,
lo llevó a descubrirla. Viajaron al sur.
Ella, la mar, estaba mas allá de los altos médanos, esperando.
Cuando el niño y su padre alcanzaron por fin aquellas dunas de arena, después de mucho caminar, la mar estalló ante sus ojos.
Y fue tanta la inmensidad de la mar, y tanto su fulgor que el niño quedo mudo de hermosura.
Cuando por fin consiguió hablar, temblando,
tartamudeando, pidió a su padre:
- ¡Ayúdame a mirar!
Eduardo Galeano, El libro de los abrazos.
***
El mar, como la luna, guarda la magia de lo indecible en el tránsito de sus vaivenes, el milagro de lo cercano que une y aleja a un tiempo.
El mar me acompañó arrullándome en sus olas. La luna me atrapó desde niña. Ahora, cuando la contemplo sobre el manto de agua, llena y perfecta en su redondez, sé que no hay deseos imposibles. Su luz blanca llena el horizonte de esperanza. Quizás todos los lugares se encierren en una mirada; y los sueños, a veces, se cumplan. Lo dijo Hölderlin: en la eternidad de los sueños somos dioses. Mar y luna se funden en la espiral infinita de los calendarios cada noche como en un sueño, como dioses.
Lo inefable, a veces, es.