12 sept 2014

Analogías, simetrías y el hoy




 [Luna de Rodalquilar]
***
En torno a cada imagen nacen otras, 
se forma un campo de analogías, 
de simetrías, de contraposiciones.

I. Calvino


Es un mes de septiembre atípico: por primera vez en los últimos diez años no me reincorporo al trabajo, el curso no se desarrollará entre las aulas con alumnos sino en otro mundo que me ilusiona como a una niña. La espera se llena de emociones contrariadas: el deseo de que llegue el acontecimiento y  la seguridad de que nada volverá a ser como ha sido hasta ahora.

Mientras tanto voy organizando cada esquina de los sentimientos atesorados. Hoy he llegado hasta esta foto que tenía junto al texto de mi querido Calvino: cada imagen, como en una cadena de analogías, nos lleva a otras. También sucede con las palabras. Y tal vez con los recuerdos. Y entonces sabemos que todo sucedió porque así estaba tejido con el hilo de la magia. Tal vez la vida es esto de hoy, sin más futuros que lo que ya hemos dejado de ser; sin más pasados que la arcilla que nos esculpe entre los dedos del tiempo. Y cada luna llena, en su destello inmenso que preconiza la ausencia de lugares lejanos, nos confirma en nuestra esencia y nos reconcilia con el mundo. 

3 sept 2014

Adriana y Manolo


            

 [Rodalquilar, 16 de agosto de 2014]

            El verano ha transcurrido entre arena, sal y nubes, en una especie de espera relajada que nos ha tenido expectantes e ilusionados a mí y a quien conmigo va. El mar, en toda su amplitud, ha sido el escenario de la contemplación de atardeceres, lecturas, juegos, largos baños, paseos, conversaciones...
            Algunas mañanas hemos coincidido en la misma parcela de arena de El Playazo (Rodalquilar) con una pareja que conmueve los sentidos. Allí hemos desplegado nuestro salón de tertulias literarias, dentro y fuera del agua, y entre ola y ola han desfilado Torrente Ballester, Martín Gaite, el ineludible Juan Goytisolo, don Mariano (Baquero Goyanes), Juan Ramón, José Ángel Valente, etc. Alrededor de las nueve, ahí estaba esperándonos un libro de historia y de literatura abierto solo para nosotros por esta entrañable pareja de profesores; su memoria conserva anécdotas y episodios que no aparecen en ningún manual y que, a quienes aún amamos el Humanismo y las Letras, nos ayuda a saborear el entramado de la fantasía. Y de ahí a otros temas, como la milagrosa conservación de un entorno tan fascinante como el Cabo de Gata o los despropósitos de los gobernantes que todo lo desgobiernan, o la rica gastronomía de la zona.
            Un día, ella, su energía y su romanticismo, nos guiaron hacia los rincones de la playa donde pasó sus horas de noviazgo con él. Nos reveló los nombres secretos que las calas adquirían para ellos, como por ejemplo El Saloncito o La Piedra de los Pretextos. Evocando los episodios de los años que ya pasaron se vislumbraba en su mirada el destello perenne de una ilusión de entonces, tal vez amor; el mismo que se entrevé en él, en su gesto de muchacho  y en su sonrisa traviesa mientras le chapotea el agua a ella, pese a haber conocido más de ochenta primaveras.
            No solo de literatura vive el hombre: también de cordialidad, educación, buen gusto, pasión por el trabajo bien hecho, generosidad con los demás y con la sociedad en la que viven. Por eso Adriana y Manolo han sido para mí el mes de agosto, un espejo en el que mirarme, una fe viva por el otro y por lo que nos justifica, un matrimonio entrañable donde ella pone el timón y él su humor inteligente. La edad se desvanece con sus gestos, el tiempo no arrasa con la lucidez.
            Y así, a las once y media de la mañana, puntuales, en un hábito aprendido durante toda una vida, coincidiendo con la llegada de la marabunta, ella recoge la silla que él portará al hombro; después, la suya, la pequeña bolsa y sus zapatillas; se despiden de nosotros y con paso calmo se alejan hacia sus rutinas dejándonos con una tonalidad dulce en los labios: la de quienes saben que han paladeado un momento que algún día habrán de recordar.