23 nov 2018

Nuestro cancionero

Explicaba que en sus orígenes la literatura fue oral, y que, además, se acompañaba de música. Los poemas eran cantados y fueron recopilados después en cancioneros. Así hemos llegado a la actualidad: nosotros hacemos las listas en Spotify, en Youtube. Se nos ha ocurrido que, como las jarchas eran composiciones en las que la mujer se lamentaba por la ausencia del amado, podríamos hacer nuestra "lista" de canciones con temática similar. Solo tienen 15 años, mis alumnos, y aunque  la mitad han optado por los cantantes televisivos que más que música hacen ruido, el resto me ha sorprendido añadiendo, entre sus predilectas, canciones como Hallelujah (L. Cohen), Every breath you take (Police), It must have been love (Roxette), Always (Bon Jovi) o Purple rain (Prince). No todo está perdido. 


10 nov 2018

Nuestros


La noche se estira como un acróbata circense: a las cuatro miras el reloj y parece haber pasado media hora desde la última vez que lo miraste hace cinco minutos. Y en este tiempo tan detenido se escucha, al fondo derecho del pasillo, el grito de un señor mayor que pide agua una y otra vez. Casi como un eco le replica desde la otra orilla del pasillo una señora con alaridos de dolor, de pena, o quién sabe si de ambas cosas juntas. 
Nosotros, en este hueco de soledad, libramos nuestra peculiar batalla: llamamos a la enfermera cuando tiembla, le pongo paños húmedos para bajar el estallido febril, le doy la mano y le ofrezco caricias en los peores momentos. Lo arropo o lo destapo, según se sienta, poniéndole siempre un gesto sonriente que esconda mi preocupación. 
A las siete vuelve la enfermera, aquella con la que compartía patio en el colegio, a cambir un gotero. Le decimos que la noche ha debido de ser larga también para ellas a tenor de las quejas de los ancianos, y responde con gesto serio, ese que ponemos los docentes cuando criticamos que se financie la enseñanza concertada en vez de la pública, que: “hay un problema social. Tienen familiares, pero no quieren cuidar de los viejos. Y son los nuestros. Nuestros viejos”. Y sale con gesto de rabia y paso ligero.
Mi padre dormita. No se da cuenta. Le doy un beso.

6 nov 2018

Bagatelas


Es el atardecer que se contempla desde la ventana de la casa que me habita. Desde el primer día que entré a este salón supe que sería un espectáculo ver desde aquí la salida del sol y su vuelta a casa ahora, a estas horas en las que la tarde cae y todo vuelve a ser cíclico: el baño del niño, la cena, el cuento, a dormir, y es donde comienza el desvelo cotidiano. Qué hacer con esto, con aquello; cómo resolver lo otro... 
Entramos en una cadena de acontecimientos que, a menudo, me hacen no ir más allá del cristal y no contemplar esta maravilla que es el cielo, su luz, sus colores, su discurrir lento, el silencio que se entrevé allá en su horizonte. 
Hay silencio también en esta habitación de ahora, ni siquiera suenan las arias que últimamente me dan su banda sonora: Nessun dorma, Va pensiero, Un bel dì verdremo... Esta tarde silencio por doquier. 
Y deseos de escribir, de teclear emociones: alegría en el trabajo, un proyecto maravilloso que fluye casi sin darnos cuenta, que se va tejiendo con hilos de mucho trabajo, pero también de generosidad, empeño, buen hacer. Coordino a un equipo de gente fascinante. Y las chiquillerías de Darío: su orden meticuloso para alinear los colores, su pasión por descifrar las palabras cuando cuenta tan solo en su haber con cuatro años, su constante fantasía para inventar historias de elefantes, su alegría que ríe y canta y salta llenándolo todo. 
Supe, allá en el 2005, que este salón me vería muchas horas. Me gustó tanto que he dado por él más de lo que valdría en esta vida y la siguiente. Pero estos momentos a solas, de plena contemplación, de unidad con lo que soy y lo que sé, no tienen precio.