29 jun 2015

"La pequeña"

Tirabas de los bajos de mi vestido para que te hiciese caso, te pegabas a mi pierna por el pasillo de la casa y no me dejabas escapar sin ti. Querías mi libro aunque estuviese en una estantería inalcanzable para tu corta estatura. Me maquillabas con rotuladores las muñecas que escuchaban mis historias. Cogías la silla en la que me sentaba frente a la chimenea de casa para saltar sobre ella de forma temeraria. Me quitabas la bicicleta nueva de la que yo me caía (siempre tan torpe) y en la que tú te lanzabas cuesta abajo sin mirar... Anhelabas lo que yo tenía porque sí, sin motivo, porque es condición del niño desear lo que ve, y sé que también me querías a mí. 
Yo tenía la necesidad de estar pendiente de ti, eras pequeña, "la pequeña" como decía mamá; en verdad tan pequeñita e indefensa... Han pasado casi treinta años y a veces creo que aún  lo sigues siendo. Estas últimas semanas he vuelto a tener aquella sensación de hermana mayor que me decía que tenía que cuidar de ti y cogerte de la mano al cruzar la calle.

Supongo que los patrones de nuestra personalidad que cincelamos en la más temprana infancia son los que nos acompañan toda la vida.


11 jun 2015


Darío intenta coger la lluvia. Me mira divertido advirtiendo cómo se le escapa entre los dedos.
Como la vida misma: lo esencial es inaprensible.

7 jun 2015

Papel




Desde hace un par de años manejo un ebook, regalo que me ilusionó y que he utilizado sobre todo en las lecturas nocturnas, donde su luz me facilita el acercamiento a las palabras casi de forma recóndita como cuando era una niña debajo de las mantas.
Sin embargo, desde hace unos meses tengo una imperiosa necesidad de volver a tocar las letras, de pasear mis dedos por las esquinas de las páginas de forma suave, de doblar sus páginas, de subrayar con la ayuda de un lápiz todo aquello que encienda una idea en mí: dispongo de tan poco tiempo libre que el que dedico a la lectura quiero que sea de absoluta calidad. 
Mi madre me ha regalado la última novela de Muñoz Molina, y hoy, primer domingo de junio, me encuentro paladeando algunas letras, oliendo lo que parece que va a ser una nueva historia en Lisboa, acariciando el papel, sopesando las 509 páginas que me acompañarán, degustando el sabor a nuevo, a historia tangible e imaginada. Y tengo premoniciones de futuro: vendrá conmigo debajo del árbol del parque, irá en mi bolso, se meterá en la cama acompañándome en las horas de insomnio... 
Vuelvo a lo de siempre, a lo originario, a lo que necesito para saberme en armonía con la Tierra que piso: una buena infusión, una novela en papel, un lápiz para subrayar, un espacio para mí.

5 jun 2015



Abandonar todos los deberes, incluso los que no nos exigen, repudiar todos los hogares, incluso los que no fueron nuestros, vivir de lo impreciso y del vestigio, entre gandes púrpuras de locura, y encajes falsos de majestades soñadas... Ser algo que no sienta el peso de la lluvia exterior, ni la congoja del vacío íntimo... Errar sin alma ni pensamiento, sensación sin sí-misma, por caminos bordeando montañas, por valles sumidos entre laderas empinadas, lejano, inmerso y fatal... Perderse entre paisajes como cuadros. No-ser a lo lejos y en colores...

Fernando Pessoa,
Libro del desasosiego

2 jun 2015

 

Parece mentira que hayas días que rezumen tanta vida. Darío duerme debajo de este árbol; mientras, entre mis manos, la lengua de Cortázar que me dice: "No sé exactamente de qué hablábamos, había anochecido y las lámparas jugaban con los halos del humo. Sólo recuerdo gestos y movimientos, sé que estábamos un poco distantes como siempre antes de una despedida, sé también que no habíamos hablado de un nuevo encuentro, que eso esperaba el último momento si es que realmente esperaba". 

Levanto la vista y miro el espectáculo del sol entre las ramas; bajo la mirada y es de noche, y el tiempo de Verona ha concluido, y no volverán a verse, y la veo irse escuchando su nombre por última vez "como quien echa una botella al mar". A mi lado, Darío, por su barco de sueño, no escucha el eco de estas palabras.