1 mar 2018

Pataletas

Voy observando que, cada vez con más asiduidad, a los adultos que consideramos interesados en una materia, que asisten a cursos especializados en asuntos de su competencia o que escuchan conferencias o que reciben materiales que les servirán en sus trabajos, les cuesta mantener la atención consciente. Se ha eliminado el pudor de sacar el móvil delante del conferenciante para responder a un watsapp, es más, ya ni siquiera se intenta disimular que uno saca el teléfono y lo mira de soslayo para determinar si es importante o no: en primera fila, suena el tic, saca el móvil y, con jactancia incluso, responde sonriendo sonoramente. Después, levanta la vista y vuelve a prestar atención, tal vez. 

Me ha sucedido esta semana, el martes, concretamente. Y no pude resistirme: paré mi discurso y le dije con tono amable y un tanto cínico que si sonreía por mis palabras o por las del watsapp que acababa de responder. 

Estoy haciéndome mayor, y un tanto intolerante tal vez: no me gustan ciertas actitudes y me rebelo contra ellas. Mientras que veo a personas atentas, tomando notas, implicadas, constato que estas nuevas hornadas de jóvenes que se encargarán de la primera educación de nuestros hijos destilan modales que no responden al respeto ni a la educación. Por fortuna, mi generalización no es exacta: la mayoría serán gente implicada y muy profesional. Pero también están estos otros. Y no me gusta. ¡Qué añoranza de las cabinas telefónicas! Existía la posibilidad de comunicarse y estaba cada cosa en su lugar y en su momento. 

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Touched and sunk...

Anónimo dijo...

¡Gracias! Aunque rebatiría algunas cosas, necesitaba leer esto. A veces la gente que no te conoce, o te conoce muy poco, gente que te encuentras por casualidad y que coincide contigo en un breve espacio en el tiempo y en la vida, aporta sin quererlo -y sin saberlo- un halo de luz -y azul también ¿por qué no?- a ese momento vital que te encuentras. Un halo de luz en forma de reprimenda es este, pero que también son necesarias por muchos años que cumplamos, al fin y al cabo es luz, luz que quiere decir "hasta aquí". Estoy segura que nada de esto es casualidad, y que este halo de luz que me acaba de llegar, llega en su momento y me acompañará durante mucho tiempo.

Isabel Martínez Llorente dijo...

@¡¡Tocado y hundido!! 😅
@ Gracias, es hermoso compartir la luz. Tal vez es que me estoy volviendo maniática, y de vez en cuando me dan ganas de lanzar estas reprimendas al aire, o tal vez es que cada vez echo más de menos la autenticidad, mirar a los ojos de la gente, respirar y escuchar y hablar sin distorsiones, anhelar tener noticias de alguien, vivir en la espera más que en la inmediatez. ¿Cómo aprenderán nuestros niños a ser pacientes si no se resisten al golpe del clic, al tic del teléfono? ¿Cómo podrán elogiar la lentitud, tan necesaria para el pensamiento humanista y el arte? Qué daño nos está haciendo la Aldea Global, y paradójicamente, cuántos beneficios puede reportarnos siempre que la usemos y no seamos usados por ella.
Gracias por tu comentario.
Pensaba que ya nadie, o casi nadie, pasaba por por mis halos azulados. 😊


Anónimo dijo...

Cuando leí esto sentí que el dardo de esta reprimenda hacía diana, además me alcanzó entrada la noche y el sueño que me llegó fue incómodo y escaso, pero como ya he dicho, era necesario y algo en el fondo de mí se revolvió y lo agradeció. Me dolió en lo más hondo que alguien por un comportamiento similar al que narras pudiera dudar de mi profesionalidad, porque amo la docencia casi por encima de todas las cosas e intento siempre mejorar y aprender. Esto ha supuesto un punto de inflexión y una promesa de intentar -al menos- volver a ser todo aquello que era. Pues sí, reconozco que estaba siendo usada por esta Aldea Global, que parecía ser un refugio y en realidad se estaba llevando toda mi esencia. Gracias porque al leer esto he tenido ganas de volver a mi literatura, de escribir, de devorar los libros y de emocionarme y buscar aliento en la poesía. Muchas veces no tenemos oportunidad de decirles a las personas lo útiles o significativas que nos han sido en algún momento en nuestra vida, por eso escribo esto, para que sigas siempre con tu literatura como si lo fuera a leer el mundo entero, porque ¿quién sabe? a lo mejor no es todo el mundo pero sí podemos hacerle un mundo a alguien.

Isabel Martínez Llorente dijo...

@Gracias...