7 ene 2012

Almas de ciudad: Madrid



La primera vez que escuché Tico Tico fue al abrir la ventana del hotel Mediodía que daba a la Calle Santa Isabel, justo enfrente del Museo Reina Sofía (Madrid). Yo era joven: iba descubriendo el mundo esquina a esquina. La noche había sido larga y la mañana se presentaba espléndida; en realidad, los días venideros habrían de ser memorables: Isa (una amiga con la que compartí habitación durante mi estancia en Sarsina (Italia) mientras hacía un montaje teatral, me tenía preparadas varias sorpresas), Madrid se abría a mis ojos y Charlie Parker se paraba debajo de mi ventana para darme los buenos días. Desde aquella mañana han pasado otoños y otoños; sin embargo, creo que la capital guarda paisajes y recovecos donde al viajero le espera siempre algo nuevo, y donde uno sabe que aunque hayan pasado más de trece años desde que un saxofonista lo despertó una maravillosa mañana de un tiempo lejano, siempre se es joven entre sus calles.
Acabo de volver de pasar el final y principio de año allí, no sé cuántas veces habré regresado desde esa primera, no sé cuántas historias me han regalado sus paseos, cafés (Gijón, entre otros muchos), los museos, los huevos estrellados de Casa Lucio, los tes en casas clandestinas, los domingos por la mañana en el Retiro, los sábados por la noche entre tangos y tostas, los soles y las lunas de una ciudad que se llena de magia cada vez que se la piensa... Será porque Lope, Quevedo y Cervantes, entre otros muchos, han dejado allí su huella; será porque el Callejón del Gato está lleno de espejos que, deformando la realidad, la convierten en el reflejo del sueño que todos querríamos vivir.

La música viene del saxofón de Charlie Parker y su Tico Tico, una melodía que transmite alegría, movimiento, energía positiva, VIDA... Una buena forma de inaugurar los halos de azul de este nuevo año.

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