28 nov 2014

Ventanas

Las hay abiertas, con las cortinas subidas, dejando al viento las luces anaranjadas de sus interiores, dibujando, acaso, la silueta de alguien que fugazmente se desliza de un lado a otro de la sala sin imaginar siquiera que abajo una mujer que pasea un carrito con un bebé dormido en la profundidad de su inocencia, observa la escena y se pregunta cómo serán el resto de estancias de la casa, cuántas personas llenarán sus vacíos, qué música sonará entre sus paredes, de qué color se pintará la cotidianidad ahí. 

Las hay cerradas, con las cortinas y persianas bajadas, como si dentro no pisase sus pasos nadie más que el silencio. De estas solo se puede intuir que guardan vidas discretas, tal vez ni siquiera eso.

A lo largo de la avenida por la que discurren los pasos de ella la sensación se multiplica asemejándose los edificios y sus ventanas a un panal de abejas, y quien mira desde fuera y desde abajo se siente pequeña, ínfima, insignificante ante tanta vida... Al fin y al cabo, masculla para sus adentros, todos tan iguales y tan diferentes.

Una vez muy remota alguien le contó que siempre que iba a las casas de sus amigos tenía la sensación de estar visitando un catálogo de muebles de moda: todo había sido elegido siguiendo las normas de uso del estilo clásico o moderno con la combinación de color perfecta, el adorno minimalista o rococó, el orden exacto de cada objeto. Eso, a juicio de quien hablaba, no era un hogar porque no tenía el calor de un "nido".

Ella sube las persianas cada mañana para que el sol bañe todas las habitaciones, abre los cristales y respira hondo como si en cada aspiración retuviese un soplo de tiempo. Los colores llenan muchas paredes, lejos del tono ocre y uniforme que tenía la vivienda cuando la adquirió hace ya algunos años. Por la noche se entrevé la luz de la luna. Le gusta mirarla desde el sofá; incluso, en verano, desde la cama. Y sueña que no hay lugares lejanos, que esa celdilla que es su ventana está rebosando calidez, que habita un "nido". Y es que, muchos años más tarde, ha comprendido que lo que metamorfosea una casa en hogar no está directamente relacionado con lo material que en esta se encuentre, sino con lo intangible que cada día conforme su banda sonora: palabras, respeto, sonrisas, miradas, susurros, silencios... 

Abajo, una mujer mira una ventana en la que ve a otra mujer observándose a sí misma entre los hilos de ayer, de hoy, de ahora. 

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