El universo de Won Kar Wai se construye sobre silencios, donde lo no dicho llega mucho más allá que lo que se dice. In the mood for love es la historia de amor imposible: unos lazos inquebrantables unen por esa alianza que muestra el anular de ambos protagonistas antes y después, pero entre el antes y el después acaece el hueco de un manantial de luz que cambia las directrices vitales de los dos ("un rayo entre dos oscuridades", que diría Aleixandre). La fotografía de este film son callejones escondidos o pasillos infinitos de ese hotel donde reina el secreto de un sentimiento lleno de verdad. In the mood for love es un elogio a la lentitud, al agujero por el que se filtran los deseos más ocultos, a las sombras que son el vacío de quien se va, al humo escindido del tabaco que no fuman a medias, al caminar por la vida para regresar después al lugar de donde nunca se terminó de ir. Por eso 2046, por eso el largo lamento: fotogramas de tacones alejándose, fotogramas de pasos que tornan, fotogramas de cartas escritas, fotogramas de rojos muy densos que condensan la fuerza que nunca se tuvo. Reflejos, espejos, “quizás”.
Y finalmente este director nos deja un soplo de aliento, una esperanza abierta para que entre la luz por esa grieta tan ancha. Así en My Blueberry Nights todo es posible, el universo amoroso, que conserva toda la poética de luces y sombras, de planos y enfoques, de colores y oscuridades, se hace dulce. Del sabor de un beso. Del sabor de una lluvia que impregna hasta los huesos.
Supongo, también yo, que a veces merece la pena “cruzar esa calle, todo depende de quien te espere al otro lado”.
Hoy la música es, obviamente, de Norah Jones, protagonista de la última película reseñada, y artista que últimamente no deja de girar en mi banda sonora particular.
Y finalmente este director nos deja un soplo de aliento, una esperanza abierta para que entre la luz por esa grieta tan ancha. Así en My Blueberry Nights todo es posible, el universo amoroso, que conserva toda la poética de luces y sombras, de planos y enfoques, de colores y oscuridades, se hace dulce. Del sabor de un beso. Del sabor de una lluvia que impregna hasta los huesos.
Supongo, también yo, que a veces merece la pena “cruzar esa calle, todo depende de quien te espere al otro lado”.
Hoy la música es, obviamente, de Norah Jones, protagonista de la última película reseñada, y artista que últimamente no deja de girar en mi banda sonora particular.
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