16 feb 2012

Libros prestados


Hay algo especial en un libro impreso que otras veces he defendido en este espacio. La magia de tocar su piel (su papel), el olor que aspiramos cuando es nuevo, la posibilidad de “usarlo”, esto es, doblar sus páginas, subrayarlo atendiendo a premisas y convenciones que uno mismo se pone, darle alas para que vaya contigo allá donde vayas, mirarlo cómplice en alguna plaza mientras el café se enfría y juntos contempláis el devenir de la gente… Un libro es mucho más que un libro: es un excelente compañero.

Si por casualidad llega a nosotros tras haber pasado por otras manos, entonces la lectura adquiere un doble nivel: he comprado libros que entre sus páginas traían alguna historia más increíble que la que llevaba impresa (postales, dedicatorias, recortes de periódico, fotografías, hojas de rosas secas de cualquier tiempo pasado, la humedad de la habitación que los albergó hasta aquel momento, y un largo etcétera que tal vez algún día cuente con más detenimiento).

Lo que hoy me trae hasta aquí está en esa línea: tengo entre mis manos un libro prestado. Yo soy su segunda mano, pero previamente ha paseado sus discursos entre los labios y las líneas de un poeta al que admiro. Y no deja de maravillarme el hecho de leer sus subrayados en color rojo hechos con regla (para no torcerse), porque leer de un escritor lo que resalta de otro siempre es un ejercicio que a una la lleva a más lecturas que las que inicialmente esperaba. ¿Qué ha llevado a mi amigo a subrayar esto: “La poesía, en fin, esa energía secreta de la vida cotidiana que cuece los garbanzos en la cocina y contagia el amor y repite las imágenes en los espejos”?

Me lo imagino cociendo sus versos, contando los garbanzos de sus sílabas, contagiando el amor y el respeto en el uso de cada palabra o cantando amor a la amada ausente, mirándose en el espejo de su propia obra para ver qué aroma refleja el guiso que le da nombre al arte más difícil del lenguaje… Supongo que basta leer uno de sus poemas para comprender el motivo de esa línea roja sobre texto impreso en negro.

García Márquez, a quien corresponde la cita de arriba, me ha llevado más lejos de lo esperado en esta mañana de hoy, de aquí, de ahora.

Poesía visual

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ay, quien leyera libros por ti leídos...