2 mar 2011

El calendario de mi amigo ff


(Portada del calendario 2011 titulado El instante y su sombra)




(Mes de Febrero, ¿una flecha de aves buscando una diana?)




(Mes de Octubre, día 22 mi cumpleaños. Una hoja perdida en la nada...
Como la cabecera de este blog)



Desde hace tres años, puntualmente por el mes de enero, recibo en mi buzón un sobre que protege el paso de los días.

Desde hace tres años, de cuando en cuando, ff (como él suele firmar) y yo intercambiamos algún que otro larguísimo correo hablando, generalmente, de las cosas que vuelan por el aire de cada día: los trabajos que no son tales si te gusta lo que haces, las lágrimas de las despedidas o el sabor de los días azules, los pájaros que vuelven a anunciar nuevas estaciones iguales y diferentes, las nuevas músicas o las clásicas... En definitiva, Fernando Fuentes es una de esas personas especiales porque siempre tiene la sensibilidad a punto para comprender las cosas más inasibles que pasan por las ventanas de la vida. Aborda sus trabajos de editor, productor musical o arquitecto con un cuidado y una delicadeza que se traduce en pequeñas obras de arte.

Este año, como decía, he vuelto a recibir el calendario que prepara con mucho mimo para los amigos y que nos envía como regalo de bienvenida a la nueva carrera del reloj. Y yo, que aún no le he escrito un larguísimo e-mail para agradecérselo porque a menudo ando buscando un recodo de inspiración, quiero hacer una reflexión que exprese lo que me embarga cuando abro el sobre que contiene el calendario: ¿por qué ya no utilizamos la palabra escrita? Él sí. Por eso subo corriendo al piso con el paquetito entre las manos y espero a sentarme, y lo abro cuidadosamente, y ahí está: una postal, una cartulina con una pluma dibujada o un trocito de papel, siempre manuscrito, deseándote lo que se les desea a los soñadores y amigos.

Y es que hemos dejado de lado las manos, hemos dejado que la tinta coloree las pantallas fluorescentes de los ordenadores, hemos abandonado el trazo firme o inquieto, el color verde o el negro de las plumas, hemos dejado que la arruga del papel se transforme en "su mensaje ha sido enviado". Recuerdo momentos de mi vida en los que llevé en la chaqueta o entre las libretas del instituto horas o días una carta, mientras esperaba el momento adecuado para abrirla. Si el que escribías eras tú, existía todo un ritual en el proceso de elegir el papel (su textura y tonalidad), el color de tinta, la escritura meticulosa de cada línea, el acto de doblarla (no en dos y luego en dos, sino inventando nuevos rompecabezas hechos con el folio), el momento de pegarle el sello y... ¡enviar! Esperabas su llegada, viajabas con el sobre en el espacio y en el tiempo o llevabas otro espacio y otro tiempo -siempre anhelados, deseados- en el bolsillo de la chaqueta o en la mochila del instituto. Era una parte de otra persona inventada solo para ti.

Así que yo, cada año, sigo emocionándome al saber que ff, a pesar de trabajar delante de una pantalla, no se rinde a la magia de la palabra escrita a la vieja usanza, y cada vez que recibo, puntualmente en enero, mi trocito de papel manuscrito junto al paso de los días, evoco pasados de otros tiempos, los tiempos juveniles en los que soñaba con que no había lugares remotos y creía, como hoy creo, desde la madurez, que en las palabras reside la esencia de quienes fuimos, somos y seremos. Porque en el fondo tengo la sensación de que pertenecemos a una estirpe efímera que vuela en las nubes de lo que queda.

Gracias, Fernando, por devolverme tiempos de este tiempo.

Y esta ilustración musical por los cantares del flamenco: la increíble Carmen Linares.


3 comentarios:

Juan Ballester dijo...

"...tengo la sensación de que pertenecemos a una estirpe efímera que vuela en las nubes de lo que queda."

Precioso, pero lo que queda puede ser todo lo que hay, hubo y habrá.

Isabel Martínez Llorente dijo...

@Murcia útil: Supongo que entonces, lo que queda, es casi todo. Incluso la memoria nos devuelve lo perdido y los sueños nos anuncian el porvenir.
¿Te referías a eso, verdad?

Muchas gracias por tu comentario...

Juan Ballester dijo...

Me refería a que no sabemos nada, a que somos seres ignorantes, con unos razonamientos limitados y pobres y unos sentimientos, a veces contradictorios y castrantes. Mi posición, por desgracia, es más nihilista que la tuya, más pesimista.